sábado, 17 de septiembre de 2016

EL PERÍODO ORIGINARIO



DIVERSIDAD CULTURAL DE LOS PUEBLOS ORIGINARIOS


¿Qué es la Diversidad cultural?

     Diversidad cultural es la variedad de diferentes culturas dentro de un grupo de personas o una sociedad. Este tipo de diversidad se refleja, por ejemplo, en la existencia de diversos grupos étnicos en una determinada área.
La relación que se pueda dar entre dos o más culturas puede ser, entre otras, de interculturalidad o multiculturalidad.
La comprensión, reconocimiento de la diversidad cultural por parte de los miembros de una sociedad lleva a un enriquecimiento cultural, respeto mutuo y mejor convivencia social.

Diversidad cultural y diversidad natural

La diversidad cultural y la diversidad natural son dos conceptos diferentes que hacen referencia a distintos ámbitos. La diversidad natural se entiende como la variedad de ecosistemas y especies existentes en una determinada área, mientras que la diversidad cultural se relaciona con las distintas culturas existentes.
Las diferentes manifestaciones culturales están influidas hasta cierto punto por el entorno en el que se desarrollan las sociedades a través de aspectos como el clima, la orografía del terreno y los recursos naturales existentes.

Diversidad cultural y diversidad lingüística

En muchos casos la diversidad cultural de una sociedad se puede manifestar a través del lenguaje por medio de distintos idiomas, dialectos o acentos en una determinada zona. Por otro lado, puede existir una gran diversidad lingüística o variedad de idiomas dentro una misma cultura o sociedad.
La diversidad cultural y lingüística es una de las características de muchas de las sociedades actuales. Los fenómenos de migración de distintos grupos de población y el aprendizaje de idiomas contribuyen a esta expansión y diversificación.
Existen distintas organizaciones encargadas de preservar, estudiar y difundir lenguas minoritarias para evitar su extinción.

SOCIEDADES PRE AGRÍCOLAS (2000 a 5000 años a C)

     Estas culturas también se denominaron  Paleoindios)   puede considerar la etapa base debido a que en este momento los pueblos indígenas vivían de la caza, de la pesca y de la recolección. Y estas actividades le obligaban a desplazarse constantemente para conseguir los alimentos por ello eran nómadas, es decir no tenían residencia fija, se encontraban dispersos y en pequeños grupos.

 PRIMERAS SOCIEDADES AGRÍCOLAS (5000 a 1000 años a C)

 Etapa proto-agrícola o  Meso indias para este momento se iniciaban ya la agricultura, sin dejar a un lado las actividades de la pesca, la caza y recolección. Incorporaban nuevos culturas y por ende se iban haciendo semi-sedentarios fueron construyendo viviendas fijas y formando así aldeas permanentes
 
SOCIEDADES AGRÍCOLAS CONSOLIDADAS (1000 años a C hasta 1500 d C)

    También conocidas como Altas culturas:  esta se caracteriza por la práctica de una agricultura intensiva o avanzada con el empleo de abono, riego y el cultivo en terrazas. Marcaron un notable progreso en la escritura, la matemática, la astronomía, la construcción, la artesanía, el comercio y el arte.



CULTURAS DE MESOAMERICA O AMERICA CENTRAL

 Antes de hablar de las características de estas etnias indígenas debemos aclarar conceptos:

América Central
Central America (orthographic projection).svg
Superficie 522 7601 km²
Población 46 690 000 hab hab.
Gentilicio Centroamericano/a
Países Bandera de Belice Belice
Flag of Costa Rica.svg Costa Rica
Bandera de El Salvador El Salvador
Flag of Guatemala.svg Guatemala
Bandera de Honduras Honduras
Bandera de Nicaragua Nicaragua
Flag of Panama.svg Panamá
Territorios Limítrofes de:
Flag of Colombia.svg Colombia
Flag of Mexico.svg México
Dependencias Isla Clipperton Flag of France.svg Francia







Organizaciones regionales

     América Central, también llamada Centroamérica y América del Centro, es la región geográfica dentro del continente americano comprendida entre América del Norte y América del Sur.      Está rodeada por el océano Pacífico y el océano Atlántico.
Políticamente se divide en siete países independientes: Guatemala, Belice, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica y Panamá.
     Desde el punto de vista histórico-cultural, algunos historiadores delimitan la región comprendida por los antiguos territorios de la Capitanía General de Guatemala, es decir, las actuales repúblicas de Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica. Su extensión territorial es de 522 760 km y su población es de 44 671 601 aproximadamente. Mucho más densamente poblada que Australia.
El canal de Panamá facilita la comunicación marítima entre el océano Atlántico y el océano Pacífico
 
LAS CULTURAS  INDÍGENAS MESOAMERICANAS:

OLMECAS, MAYAS Y AZTECAS



     México fue el asentamiento de algunas de las civilizaciones más antiguas y desarrolladas del hemisferio occidental. Existe evidencia de que una población dedicada a la caza habitó el área hacia el año 21000 a.C. o incluso antes. La agricultura comenzó alrededor del año 5000 a.C.; entre los primeros cultivos estuvieron la calabaza, el maíz, el frijol y el chile. La primera civilización mesoamericana importante fue la de los olmecas, quienes tuvieron su época de florecimiento entre el 1500 y el 600 a.C. La cultura maya, de acuerdo con la investigación arqueológica, alcanzó su mayor desarrollo al acercarse el siglo VI. Otro grupo, los guerreros toltecas, emigraron desde el norte y en el siglo X establecieron un imperio en el valle de México. Fueron los fundadores de las ciudades de Tula y Tulancingo (al norte de la actual ciudad de México) y desarrollaron una gran civilización todavía evidente por las ruinas de magníficos edificios y monumentos.



Cultura olmeca


   El antiguo pueblo de los olmecas del sur del golfo de México originó la más antigua civilización en Mesoamérica (México y América Central), y cuyo esplendor se fecha desde aproximadamente el 1500 hasta el 900 a.C. Su área central ocupó unos 18.000 km2, en las pantanosas selvas de las cuencas ribereñas de los actuales estados mexicanos de Veracruz y Tabasco. Su influencia se extendió gradualmente hasta las tierras altas de México, esto es, el valle de México, conocido como el Anahuác, y los actuales estados de Oaxaca y Guerrero, por lo que influyeron en otras culturas posteriores como la mixteca y zapoteca. Los olmecas iniciaron su andadura, durante el denominado período olmeca I (1500-1200 a.C.), con pequeñas aldeas costeras que practicaban una agricultura incipiente y mantenían el importante aporte de la caza y la recolección. El período olmeca II (1200-400 a.C.) comprende San Lorenzo, su centro más antiguo conocido, que fue destruido en torno al año 900 a.C. y sustituido por La Venta, una ciudad creada según un patrón axial que influyó en el desarrollo urbanístico de América Central durante siglos. Una pirámide de tierra apisonada de 30 m de altura, una de las más antiguas de Mesoamérica, estaba situada en el centro de un complejo de templos y patios abiertos. El período olmeca III (400-100 a.C.) se caracteriza por su marcada decadencia, ubicado en los centros de Tres Zapotes y Cerro de las Mesas y que reflejan ya las influencias de las culturas de Teotihuacán y maya, que comenzaron su expansión en los primeros siglos de la era cristiana.
Los olmecas, cuyo nombre significa ‘país del hule’ (del azteca ulli, hule o caucho), fueron los primeros en emplear la piedra en la arquitectura y escultura, a pesar de tener que extraerla de los montes de Tuxtla, a 97 km al este de Tula. Sus obras escultóricas incluyen tanto las colosales cabezas masculinas de basalto de 2,7 m de altura y 25 toneladas de peso como pequeñas estatuillas de jade que pueden observarse, junto a otros productos olmecas, en la ciudad mexicana de Villahermosa. Su sistema de escritura fue el precursor de los jeroglíficos mayas, y es probable que el famoso calendario maya se haya originado en la cultura olmeca. La civilización olmeca dejó establecidos patrones de cultura que influyeron en sus sucesores en los siglos venideros; por ello está considerada como la cultura ‘madre’ más importante de México.

Cultura de Teotihuacán

     El yacimiento arqueológico de Teotihuacán contiene los restos de la ciudad más antigua del continente americano, situado en el municipio mexicano homónimo, 45 km al noreste de la actual ciudad de México. El lugar fue ocupado por primera vez en los siglos I y II a.C. De ser un pequeño asentamiento pasó a convertirse en una importante ciudad en el siglo II d.C., hasta cerca del año 700 d.C. Se han formulado varias hipótesis para explicar su decadencia y posterior abandono: disensiones internas, cambios climáticos, o invasiones de pueblos del norte. Su población se dispersó por la región central de México y también en lugares apartados, llegando algunos a establecerse en los países que en la actualidad son los de El Salvador y Nicaragua. La ciudad ocupaba una superficie muy amplia, 21 km2, y llegó a estar poblada por 125.000 habitantes siendo considerada ya en ese entonces una de las ciudades más grandes del mundo. Sus notables monumentos incluyen las Pirámides del Sol y de la Luna, unas de las edificaciones más grandes jamás construidas, la Ciudadela, el templo de Quetzalcóatl y la Avenida de los Muertos, que es una amplia vía flanqueada por los restos de antiguos templos de casi 2.000 m de longitud. Los muros de algunos de ellos están decorados con frescos de color que representan temas mitológicos o religiosos. El conjunto de las casas seguía un trazado urbanístico en forma de cuadrícula que rodeaba el centro monumental de la ciudad. Los habitantes de Teotihuacán, que, en realidad, fue una verdadera ciudad-estado, tuvieron estrechos contactos con la contemporánea cultura maya del Yucatán y de Guatemala, y su cultura ejerció una importante influencia en posteriores civilizaciones mexicanas como la de los aztecas.

LA CIVILIZACIÓN MAYA

     El Maya es un grupo de pueblos indígenas mesoamericanos perteneciente a la familia lingüística maya o mayense, que tradicionalmente han habitado en los estados mexicanos de Yucatán, Campeche, Tabasco y Chiapas, en la mayor parte de Guatemala y en regiones de Belice y Honduras.
El pueblo más conocido, el maya propiamente dicho, que da nombre a todo el grupo, ocupa la península de Yucatán. Entre los demás pueblos significativos se hallan los tzeltales de las tierras altas de Chiapas; los choles de Chiapas; los quichés, cakchiqueles, pokonchis y pokomanes de las montañas de Guatemala y los chortís del este de Guatemala y el oeste de Honduras. Todos estos pueblos formaban parte de una civilización y cultura comunes que, en muchos aspectos, alcanzó las más elevadas cotas de desarrollo entre los indígenas de todo el área mesoamericana.

Organización económica y social

     La agricultura ha constituido la base de la economía maya desde la época precolombina y el maíz es su principal cultivo. Los mayas cultivaban también algodón, frijol (poroto o judía), camote (batata), yuca y cacao. Las técnicas del hilado, el tinte y el tejido consiguieron un elevado grado de perfección. Como unidad de cambio se utilizaban las semillas de cacao y las campanillas de cobre, material que se empleaba también para trabajos ornamentales, al igual que el oro, la plata, el jade, las conchas de mar y las plumas de colores.
Los mayas formaban una sociedad muy jerarquizada. Estaban gobernados por una autoridad política, el Halach Uinic, jefe supremo, cuya dignidad era hereditaria por línea masculina, y el Alma Kan, sumo sacerdote. El jefe supremo delegaba la autoridad sobre las comunidades de poblados a jefes locales o bataboob, capataces de explotación agrícola que cumplían funciones civiles, militares y religiosas. La unidad mínima de producción era la familia campesina, que cultivaba una ‘milpa’ (parcela de una 4-5 hectáreas) mediante el sistema de rozas, para atender a sus necesidades y generar, a veces, un excedente del que se apropiaba la clase dirigente.

Arquitectura

     La cultura maya produjo una arquitectura monumental, de la que se conservan grandes ruinas en Palenque, Uxmal, Mayapán, Copán, Tikal, Uaxactún, Quiriguá, Bonampak, Tulún y Chichén Itzá, entre muchas otras. Estos lugares eran enormes centros de ceremonias religiosas. Se consideran tres estilos arquitectónicos: el río Bec, el Chenes y el Puuc, cada uno con características de ingeniería y ornamentación propias. La distribución de las ciudades consistía en una serie de estructuras piramidales, la mayoría de las veces coronadas por templos o cresterías labradas, y agrupadas alrededor de plazas abiertas. Las pirámides escalonadas estaban recubiertas con bloques de piedra pulida y por lo general llevaban tallada una escalinata en una o varias de sus caras. La infraestructura de las pirámides estaba formada habitualmente por tierra y piedras, pero a veces se utilizaban bloques de piedra unidos con mortero.
Aunque en la actualidad representa una excepción, se cree que el Templo de las Inscripciones de Palenque, que aloja la tumba del rey Pacal, puede no ser el único monumento de uso funerario que se construyó en la cultura maya. El tipo más común de construcción consiste en un núcleo de escombros o piedra caliza partida, mezclada con hormigón o cemento, y recubierta con piedra pulida o estuco. Las paredes de piedra se edificaban, por lo general, sin mortero. La madera se utilizaba para los dinteles de las puertas y para las esculturas. Su gran hallazgo técnico fue el sistema de la falsa bóveda por aproximación de filas de bloques de piedra, para cubrir espacios alargados o estrechos, que concluyen en el característico arco maya, del cual existen 10 tipos diferentes. Las ventanas eran poco frecuentes, muy pequeñas y estrechas. Los interiores y exteriores se pintaban con colores vivos. Se dedicaba especial atención a los exteriores y se decoraban profusamente con esculturas pintadas, dinteles tallados, molduras de estuco y mosaicos de piedra. Las decoraciones se disponían generalmente en amplios frisos que contrastaban con franjas de ladrillos lisos. Las viviendas de los comunes se parecían seguramente a las chozas de adobe y techumbre de ramas que todavía hoy se pueden apreciar entre los mayas contemporáneos.

Escritura
  
     Los pueblos mayas desarrollaron un método de notación jeroglífica y registraron su mitología, historia y rituales en inscripciones grabadas y pintadas en estelas (bloques o pilares de piedra), en los dinteles y escalinatas y en otros restos monumentales. Los registros también se realizaban en códices de papel amate (corteza de árbol) y pergaminos de piel de animales. Sólo existen tres muestras de estos códices: el Dresdensis (Dresde), actualmente en Dresden; el Perezianus (Peresiano o de París), en París; y el Tro-cortesianus (Tro-Cortesiano o Matritense maya). Estos códices se utilizaban como almanaques de predicción en temas como la agricultura, la meteorología, las enfermedades, la caza y la astronomía.
En el siglo XVI se escribieron textos en lengua maya pero con alfabeto latino, y entre los más importantes se encuentran el Popol Vuh, relato mítico sobre el origen del mundo y la historia del pueblo maya, y los llamados libros de Chilam Balam, crónicas de chamanes o sacerdotes en las que se recogen acontecimientos históricos. La obra del obispo fray Diego de Lanza, Relación de las cosas de Yucatán, ha resultado una fuente importantísima para descifrar la grafía maya.

Calendario y religión 

     Entre los mayas, la cronología se determinaba mediante un complejo sistema calendárico. El año comenzaba cuando el Sol cruzaba el cenit el 16 de julio y tenía 365 días; 364 de ellos estaban agrupados en 28 semanas de 13 días cada una, y el año nuevo comenzaba el día 365. Además, 360 días del año se repartían en 18 meses de 20 días cada uno. Las semanas y los meses transcurrían de forma secuencial e independiente entre sí. Sin embargo, comenzaban siempre el mismo día, esto es, una vez cada 260 días, cifra múltiplo tanto de 13 (para la semana) como de 20 (para el mes). El calendario maya, aunque muy complejo, era el más exacto de los conocidos hasta la aparición del calendario gregoriano en el siglo XVI.
La religión maya se centraba en el culto a un gran número de dioses de la naturaleza. Chac, dios de la lluvia, tenía especial importancia en los rituales populares. Entre las deidades supremas se hallaban Kukulkán, versión maya del dios azteca Quetzalcóatl; Itzamná, dios de los cielos y el saber; Ah Mun, dios del maíz; Ixchel, diosa de la luna y protectora de las parturientas, y Ah Puch, diosa de la muerte. Una característica maya era su total confianza en el control de los dioses respecto de determinadas unidades de tiempo y de todas las actividades del pueblo durante dichos períodos.

Historia

     Los orígenes de la civilización maya son objeto de discrepancias académicas en virtud de las contradictorias interpretaciones de los hallazgos arqueológicos. El período formativo comenzó, cuando menos, hacia el 1500 a.C. Durante el período clásico, aproximadamente entre el 300 y el 900 d.C., los mayas extendieron su influjo por la zona sur de la península de Yucatán y el noroeste de las actuales Guatemala y Honduras. Se construyeron entonces los grandes centros ceremoniales como Palenque, Tikal y Copán. Los centros maya fueron abandonados de forma misteriosa hacia el año 900 y algunos individuos emigraron al Yucatán.
En el período postclásico, desde el 900 hasta la llegada de los españoles en el siglo XVI, la civilización maya tenía su centro en el norte de Yucatán. La migración tolteca de los itzáes, procedentes del valle de México, impactó fuertemente en sus estilos artísticos. Chichén Itzá, Mayapán y Uxmal fueron ciudades esplendorosas. La Liga de Mayapán, que dominó la península de Yucatán durante dos siglos, preservó la paz durante algún tiempo, pero tras un período de guerra civil y de revolución, las ciudades quedaron abandonadas. Los españoles vencieron con facilidad a los grupos mayas más importantes, pero el gobierno mexicano no logró subyugar las últimas comunidades independientes hasta 1901. Actualmente los mayas forman la mayoría de la población campesina en Yucatán y Guatemala.
La lengua maya (también llamada yucateca) la hablan unas 350.000 personas en Yucatán, Guatemala y Belice.

Cultura tolteca

     Los toltecas (en nahuatl, ‘maestros constructores’), pueblo nativo de México que emigró desde el norte de lo que ahora es México, tras la decadencia (en torno al año 700 d.C.) de la gran ciudad de Teotihuacán, y que estableció un estado militar en Tula, a 64 km al norte de la moderna Ciudad de México, en el siglo X d.C. Se pensó que su llegada marcó el cenit del militarismo en Mesoamérica, puesto que el ejército tolteca empleó su mayor potencia para dominar las sociedades vecinas. El pueblo tolteca creó una refinada cultura, que incluía conocimientos sobre la fundición del metal, el trabajo de la piedra, la destilación y la astronomía. Su arquitectura y su arte reflejan influencias de Teotihuacán y de la cultura olmeca.
Los restos de Tula, a veces llamada Tollan Xicocotitlán, incluyen tres templos piramidales, de los cuales el más grande está rematado por columnas de 4,6 m de altura en forma de estilizadas figuras humanas conocidos como "atlantes" (guerreros); se cree que estaba dedicado a Quetzalcóatl, la Serpiente Emplumada, deidad que los toltecas adaptaron de culturas anteriores y la adoraron como el dios del planeta Venus. Según la leyenda, un dios rival tolteca Tezcatipotla, hizo que Quetzalcóatl y sus seguidores abandonaran Tula en torno al año 1000 d.C. Se desplazaron al sur y posteriormente desarrollaron la ciudad maya de Chichén Itzá, convirtiéndola en su capital y en un importante centro religioso. La civilización tolteca decayó en el siglo XII, cuando los chichimecas, junto con otros pueblos indígenas, invadieron el valle central y saquearon Tula. Los toltecas del sur fueron absorbidos por los mayas, a los que habían conquistado anteriormente. Hacia el siglo XIII la caída de Tula y del poder tolteca abrió el camino para la ascensión de los aztecas.

Cultura zapoteca

     Los zapotecas fueron uno de los pueblos que tuvieron un papel muy importante en el desarrollo cultural de Mesoamérica. Establecidos por lo menos desde un milenio antes de la era cristiana en la sierra, valle central y en el istmo de Tehuantepec, Oaxaca, los zapotecas recibieron la influencia de los olmecas. Eran éstos los creadores de la cultura madre que comenzó a florecer en las costas del golfo de México, en la región limítrofe de los actuales estados mexicanos de Veracruz y Tabasco.
Hacia el siglo VI a.C. los zapotecas estaban en posesión de un sistema calendárico y también de una forma de escritura. De ello dan testimonio las centenares de estelas con inscripciones que se conservan en el centro ceremonial de Monte Abán. Dichas estelas se conocen como de ‘los danzantes’, ya que las posturas de las figuras humanas con las que se registran tales inscripciones, mueven a pensar que están bailando. En esa primera etapa del desarrollo zapoteca comenzaron a construirse tumbas de cajón o rectangulares en las que aparecen ofrendas y representaciones del dios de la lluvia conocido como Cocijo, deidad que habría de tener un lugar muy importante en el panteón zapoteca.
En los siglos siguientes, según los datos proporcionados por la arqueología, pueden distinguirse varios períodos de ulterior desarrollo. En el que abarca desde el 300 a.C. hasta el 100 d.C., se dejó sentir la presencia de algunos elementos que más tarde se desarrollarían con mayor fuerza entre los mayas. De esa época provienen asimismo edificaciones más suntuosas, entre ellas las de varios juegos de pelota y algunos templos en Monte Albán y en otros lugares de Oaxaca como Yagul, Teotitlán, y Zaachila.
A ese período siguió el del auge de la cultura zapoteca entre el año 100 d.C. y el 800 d.C. Coincidió con el esplendor de Teotihuacán en la región central. Fue entonces cuando el centro de Monte Albán llegó a su máximo florecimiento. De ello dan fe los templos, palacios, adoratorios, plazas, juegos de pelota y otras edificaciones que allí pueden contemplarse. Además de Cocijo, dios de la lluvia, se adoraba a la pareja de dioses creadores llamados Pitao Cozaana y Pitao Nohuichana, representación de la dualidad que también aparece en las otras regiones de Mesoamérica. En este período de esplendor se consolida la presencia zapoteca en los ya mencionados Yagul y Zaachila, y en otros muchos lugares como Huajuapan, Juchitán, Piedra Labrada y algunos ya situados en los actuales territorios de Puebla y Guerrero.
Al período de esplendor siguió uno de franca decadencia. Otro grupo étnico, el de los mixtecos, ocupó su principal centro ceremonial y se impuso en gran parte del territorio oaxaqueño. Los zapotecas, a veces sometidos a los mixtecos y en ocasiones aliados con ellos, establecieron su ciudad principal en Zaachila. A pesar de su decadencia, los zapotecas lograron conservar en parte su independencia y salir victoriosos en varias guerras que tuvieron contra grupos vecinos y oponiendo resistencia a los intentos de los mexicas o aztecas que trataban de sojuzgarlos. Tan sólo la conquista española puso fin a la existencia autónoma zapoteca.
Descendientes de los antiguos pobladores de diversos lugares de la sierra, de los valles centrales y la costa de Oaxaca, los zapotecas contemporáneos, a pesar de haber vivido por siglos marginados y depauperados, han conservado muchas de sus tradiciones, formas de vida, creencias y organización social. Elemento que les confiere profundo orgullo es el hecho de que un zapoteca serrano, Benito Juárez , no sólo haya sido presidente de la República sino el máximo defensor de ella frente a la intervención francesa que, promovida por Napoleón III, fue victoriosamente rechazada.
Tanto por las variantes que existen en su lengua como por sus formas de vida y condiciones económicas, los zapotecas ostentan considerables diferencias entre sí. Así, en tanto que perdura su aislamiento y pobreza en muchos lugares de la sierra, hay en cambio zapotecas en la región del istmo de Tehuantepec cuyos niveles de vida son comparables a los de la población no indígena. Entre éstos últimos zapotecas pervive, no obstante, su sentido de identidad cultural y el empleo de la lengua que es además objeto de cultivo y vehículo de expresión literaria, tanto en cantos y poemas como en la narrativa. La acentuada fisonomía cultural de los zapotecas del istmo es perceptible de muchas formas. Una de ellas la ofrece la gracia y altivez de sus mujeres, las célebres tehuanas, con sus característicos tocados y sus ricas joyas.
Los zapotecas contemporáneos, herederos del rico legado cultural de sus antepasados, constituyen uno de los grupos étnicos más grandes de México. De acuerdo con el censo de 1990, se acercaban al medio millón de personas.

Cultura mixteca

     El pueblo amerindio de los mixtecos de la familia lingüística otomanque, habitante de los actuales estados mexicanos de Oaxaca, Guerrero y Puebla. La cultura mixteca floreció en el sur de México desde el siglo IX hasta principios del XVI y sus miembros fueron los artesanos más famosos de México. Sus trabajos en piedra y en diferentes metales nunca fueron superados. Entre sus especialidades se podían citar los mosaicos de plumas, la alfarería polícroma decorada y el tejido y bordado de telas.
Las contribuciones más importantes de los mixtecos son: los registros pictográficos en códices hechos sobre piel de venado de la historia militar y social que narran aspectos del pensamiento religioso, de los hechos históricos y de los registros genealógicos de su cultura; la orfebrería, cuyas muestras como pectorales, narigueras, anillos o aretes, demuestran que manejaron con maestría el oro trabajado con la técnica de la cera perdida, así como el labrado del alabastro, el jade, la turquesa y la obsidiana, entre otros. Las piezas más notables que se conocen proceden de los enterramientos de Monte Albán, descubiertos por el arqueólogo Alfonso Caso, y se exhiben en el Museo Regional de Oaxaca. Otros legados mixtecos son: un calendario análogo al utilizado por los aztecas y sus técnicas agrícolas.
Entre los siglos XI y XII de nuestra época, los mixtecos adoptaron una influencia tolteca cuya característica civilizadora los motivó a buscar asentamientos más estables que los que habían tenido; se dedicaron a dominar a los zapotecas por medio de invasiones de sus tierras, guerras y alianzas políticas por matrimonios. De ese modo se apoderaron, por ejemplo, de Monte Albán, que había sido abandonada por los zapotecas y los mixtecos convirtieron en necrópolis, enriqueciendo notablemente sus monumentos funerarios. Tanto en esa ciudad, como en Mitla, aportaron conceptos arquitectónicos evolucionados como las grecas geométricas de piedras ensambladas que adornan los palacios. Otras ciudades zapotecas de las que se apoderaron los mixtecos son Zaachila y Yagul, también en el estado de Oaxaca, con las que se complementa el conjunto del impresionante legado de estas culturas. Los mixtecos influyeron en el declive de la civilización maya en el sur, y permanecieron independientes de los aztecas en el norte. Es posible que la población mixteca actual ronde el medio millón de personas, distribuidas en 3 regiones principales: la Mixteca Alta (en las zonas frías de la sierra Madre del Sur), la Mixteca Baja (siguiendo el curso del río Atoyac) y la costa (estados de Oaxaca y Guerrero).

LA CIVILIZACIÓN AZTECA

     Los aztecas o mexicas fueron un pueblo que dominó el centro y sur del actual México, en Mesoamérica, desde el siglo XIV hasta el siglo XVI y que es famoso por haber establecido un vasto imperio altamente organizado, destruido por los conquistadores españoles y sus aliados tlaxcaltecas. Algunas versiones señalan que el nombre de ‘azteca’ proviene de un lugar mítico, situado posiblemente al norte de lo que hoy en día es México, llamado Aztlán; más tarde se autodenominaron mexicas.

Orígenes
Tras la caída de la civilización tolteca que había florecido principalmente en Tula entre los siglos X y XI, oleadas de inmigraciones inundaron la meseta central de México, alrededor del lago de Texcoco. Debido a su tardía aparición en el lugar, los aztecas-mexicas se vieron obligados a ocupar la zona pantanosa situada al oeste del lago. Estaban rodeados por enemigos poderosos que les exigían tributos, y la única tierra seca que ocupaban eran los islotes del lago de Texcoco, rodeados de ciénagas.
El hecho de que, desde una base tan poco esperanzadora, los aztecas fueran capaces de consolidar un imperio poderoso en sólo dos siglos, se debió en parte a su creencia en una leyenda, según la cual fundarían una gran civilización en una zona pantanosa en la que vieran un nopal (cactus) sobre una roca y sobre él un águila devorando una serpiente. Los sacerdotes afirmaron haber visto todo eso al llegar a esta zona; como reflejo de la continuidad de esa tradición, hoy en día esa imagen representa el símbolo oficial de México que aparece, entre otros, en los billetes y monedas.
Al aumentar en número, los aztecas establecieron organizaciones civiles y militares superiores. En 1325 fundaron la ciudad de Tenochtitlán (ubicada donde se encuentra la actual ciudad de México, capital del país).

La capital del imperio azteca

     Los aztecas convirtieron el lecho del lago, que era poco profundo, en chinampas (jardines muy fértiles, construidos con un armazón de troncos que sostenían arena, grava y tierra de siembra, atados con cuerdas de ixtle, para lograr islas artificiales donde se cultivaban verduras y flores y se criaban aves domésticas). Se hicieron calzadas y puentes para conectar la ciudad con tierra firme; se levantaron acueductos y se excavaron canales por toda la ciudad para el transporte de mercancías y personas. Las construcciones religiosas —gigantescas pirámides escalonadas recubiertas de piedra caliza y estuco de vivos colores, sobre las que se construían los templos— dominaban el paisaje.
La ciudad floreció como resultado de su ubicación y del alto grado de organización. En la época en la que los españoles, capitaneados por Hernán Cortés (1485-1547), comenzaron la conquista en 1519, el gran mercado de Tlatelolco atraía a unas 60.000 personas diarias. Las mercancías llegaban a manos aztecas gracias a los acuerdos sobre tributos establecidos con los territorios conquistados. Muchas de esas mercancías se exportaban a otras zonas del Imperio azteca y a América Central.

La confederación azteca

     Los aztecas-mexicas establecieron alianzas militares con otros grupos, logrando un imperio que se extendía desde México central hasta la actual frontera con Guatemala. A principios del siglo XV Tenochtitlán gobernaba conjuntamente con las ciudades-estado de Texcoco y Tlacopan (más tarde conocida como Tacuba y en la actualidad perteneciente a ciudad de México) bajo la denominación de la Triple Alianza. En un período de unos 100 años los aztecas lograron el poder total y, aunque las demás ciudades-estado continuaron llamándose reinos, se convirtieron en meros títulos honoríficos. Al final del reinado de Moctezuma II, en 1520, se habían establecido 38 provincias tributarias; sin embargo, algunos pueblos de la periferia del Imperio azteca luchaban encarnizadamente por mantener su independencia. Estas divisiones y conflictos internos en el seno del Imperio azteca facilitaron su derrota frente a Cortés en 1521, ya que muchos pueblos se aliaron con los españoles. Además de los problemas internos que contribuyeron a su caída, el emperador Moctezuma había dado una bienvenida pacífica a Cortés y lo instaló junto a sus capitanes en los mejores palacios, desde donde se hicieron con la ciudad.
Es posible que la interpretación de antiguos presagios sobre el regreso del dios Quetzalcóatl indujera a Moctezuma a confundirlo con Cortés, si bien lo que más interesaba al emperador era colmar de regalos a los españoles para que se retiraran.

Sociedad y religión aztecas

     La sociedad azteca estaba dividida en tres clases: esclavos, plebeyos y nobles. El estado de esclavo era similar al de un criado contratado. Aunque los hijos de los pobres podían ser vendidos como esclavos, solía hacerse por un período determinado. Los esclavos podían comprar su libertad y los que lograban escapar de sus amos y llegar hasta el palacio real sin que los atraparan obtenían la libertad inmediatamente. A los plebeyos o macehualtin se les otorgaba la propiedad vitalicia de un terreno en el que construían su casa. Sin embargo, a las capas más bajas de los plebeyos (tlalmaitl), no se les permitía tener propiedades y eran campesinos en tierras arrendadas. La nobleza estaba compuesta por los nobles de nacimiento, los sacerdotes y los que se habían ganado el derecho a serlo (especialmente los guerreros). En la religión azteca numerosos dioses regían la vida diaria. Entre ellos Huitzilopochtli (deidad del Sol), Coyolxahuqui (la diosa de la Luna que, según la mitología azteca, era asesinada por su hermano el dios del Sol), Tláloc (deidad de la lluvia) y Quetzalcóatl (inventor de la escritura y el calendario, asociado con el planeta Venus y con la resurrección). Los sacrificios, humanos y de animales, eran parte integrante de la religión azteca. Para los guerreros el honor máximo consistía en caer en la batalla u ofrecerse como voluntarios para el sacrificio en las ceremonias importantes. Las mujeres que morían en el parto compartían el honor de los guerreros. También se realizaban las llamadas guerras floridas con el fin de hacer prisioneros para el sacrificio. El sentido de la ofrenda de sangre humana (y en menor medida de animales) era alimentar a las deidades solares para asegurarse la continuidad de su aparición cada día y con ella la permanencia de la vida humana, animal y vegetal sobre la Tierra.
Los aztecas utilizaban la escritura pictográfica grabada en papel o piel de animales. Todavía se conserva alguno de estos escritos, llamados códices. También utilizaban un sistema de calendario que habían desarrollado los antiguos mayas. Tenía 365 días, divididos en 18 meses de 20 días, a los que se añadían 5 días ‘huecos’ que se creía que eran aciagos y traían mala suerte. Utilizaban igualmente un calendario de 260 días (20 meses de 13 días) que aplicaban exclusivamente para adivinaciones.
La educación era muy estricta y se impartía desde los primeros años. A las mujeres se les exhortaba a que fueran discretas y recatadas en sus modales y en el vestir y se les enseñaban todas las modalidades de los quehaceres domésticos que, además de moler y preparar los alimentos, consistían en descarozar el algodón, hilar, tejer y confeccionar la ropa de la familia. A los hombres se les inculcaba la vocación guerrera. Desde pequeños se les formaba para que fueran fuertes, de modo que los bañaban con agua fría, los abrigaban con ropa ligera y dormían en el suelo. A la manera de los atenienses de la Grecia clásica, se procuraba fortalecer el carácter de los niños mediante castigos severos y el fomento de los valores primordiales como amor a la verdad, la justicia y el deber, respeto a los padres y a los ancianos, rechazo a la mentira y al libertinaje, misericordia con los pobres y los desvalidos. Los jóvenes aprendían música, bailes y cantos, además de religión, historia, matemáticas, interpretación de los códices, artes marciales, escritura y conocimiento del calendario, entre otras disciplinas.

La higiene de los aztecas

    Cada casa azteca tenía su temascal o baño de vapor. Es que los aztecas eran gentes muy limpias y se bañaban todos los días, antes de trabajar. El temascal (que no era un invento azteca, porque ya lo usaban antes los totonecas) era una pequeña habitación donde se calentaban piedras con fuego y después se le echaba agua. Así se formaba en seguida mucho vapor, que empapaba al que estaba adentro, quien aprovechaba para frotarse bien el cuerpo con una especie de jabón hecho con las raíces de un árbol llamado copalxocotl, que hacía espuma. Esta costumbre de la higiene la tenían todos los aztecas —campesinos o nobles, artesanos o comerciantes, menos los sacerdotes que no se podían bañar nunca— y fue otra de las cosas que llamaron mucho la atención de los españoles, para quienes en la época de la conquista y colonización de América (siglos XV-XVIII) el baño no era precisamente una actividad muy frecuente que digamos.

Cultura chichimeca

     Chichimecas es el nombre que dieron los pueblos de alta cultura de la región central de México a los habitantes de las vastas regiones del norte, tenidos como primitivos. En idioma náhuatl la palabra chichimeca parece significar ‘los del linaje de los perros’. De acuerdo con varios testimonios procedentes del siglo XVI, había tres clases principales de chichimecas. Unos eran de filiación étnica otomí. Otros eran nahuas que, en tiempos antiguos, se habían establecido en el norte, incluyendo algunos que llegaron a constituir avanzadas de la alta cultura mesoamericana. Finalmente, estaban los chichimecas propiamente dichos, es decir los tenidos como bárbaros, seminómadas dedicados a la cacería y a la recolección. En la actualidad sobrevive un pequeño grupo conocido como el de los chichimecas-jonaz en el pueblo llamado La Misión, cerca de San Luis de la Paz, en Guanajuato.
De acuerdo con varios códices indígenas, entre ellos el conocido como Xolotl a mediados del siglo XIII d.C., cuando ya los toltecas habían abandonado su metrópoli de Tula, los chichimecas capitaneados por su caudillo Xolotl, avanzaron hacia el valle de México. Establecidos en varios lugares del mismo, entraron en contacto con los pueblos sedentarios de alta cultura que allí moraban. Se produjo entonces un intenso proceso de aculturación en función del cual los chichimecas cambiaron sus formas de vida y asimilaron las de aquéllos con quienes convivían. Surgieron así varios señoríos, entre ellos los de Azcapotzalco, Tezcoco, Huexotla y Coatlinchan. A los gobernantes de ellos se les nombró con frecuencia señores tolteca-chichimecas, destacando así que habían recibido el doble legado de los pueblos sedentarios y de aquéllos procedentes del norte. Así, el término 'chichimeca' fue adquiriendo nuevas connotaciones culturales.
Respecto de los otros grupos que permanecieron en el norte con sus antiguas formas de vida, en particular los de filiación pame, antepasados de los chichimeca-jonaz, puede decirse que subsistieron al margen de la civilización durante buena parte del período colonial. Fundadas ya las ciudades de Guadalajara y Zacatecas, esos chichimecas continuaron siendo una amenaza ya que atacaban a los pueblos y asaltaban a los que atravesaban los caminos. En 1541 se produjo un gran levantamiento, conocido como la guerra del Miztón. Esta llegó a poner en jaque a la región septentrional de la Nueva España. Para sofocar la rebelión marchó en persona el virrey Antonio de Mendoza. Poco antes, Pedro de Alvarado, había intentando sujetar a los rebeldes perdiendo la vida en su intento. El virrey Mendoza logró su pacificación, aunque sólo temporalmente. Diversos grupos chichimecas en los territorios de los actuales estados de Guanajuato, Aguascalientes, Zacatecas, San Luis Potosí, Jalisco y Durango se mantuvieron en actitud hostil por mucho tiempo. Ello movió a las autoridades españolas a erigir presidios, es decir fuertes en lugares estratégicos. Algunos se transformaron más tarde en ciudades como las de San Miguel el Grande (hoy día San Miguel de Allende), Ojuelos, Celaya, Portezuelos, Colotlán, Nombre de Dios y otros. En el proceso de pacificación de los chichimecas participaron frailes franciscanos que establecieron entre ellos algunas misiones, también algunos capitanes mestizos como el célebre Miguel Caldera. Otro factor importante en la pacificación fue la creación de colonias de indígenas tlaxcaltecas, antecedente de varias poblaciones. Hacia fines del período colonial la mayor parte de los chichimecas o se había amestizado con los tlaxcaltecas y españoles o había desaparecido como consecuencia de los enfrentamientos bélicos y las epidemias.


LA CONQUISTA Y COLONIZACIÓN DE MÉXICO POR LOS ESPAÑOLES:
UN CHOQUE DE CIVILIZACIONES

    Como elemento de polémica, la historia de la conquista de México representa un filón inextinguible que mantiene vivas las querellas de quienes atribuyen a la gesta características de «salvaje invasión» —los indigenistas, sean o no mexicanos— y de los hispanistas que la defienden a todo trance calificándola de «evangelizadora» y «pacificadora». Para no citar a los directamente interesados, es bueno recoger opiniones ajenas que muchas veces hablan a las claras de unos y otros.
El historiador chileno Jaime Eyzaguirre (1908-?), recalcitrante hispanista, sostiene: «Cuando el indio americano, rescatado de la oscuridad de sus ídolos, conoció al Dios del amor y se dirigió a Él con las voces tiernas y confiadas del Padrenuestro, no lo hizo en francés, ni en italiano, sino en la lengua viril de Castilla... A España no se le puede disputar el derecho de unir su nombre al de una tierra a la que abrió las puertas del cielo, infundiendo en el alma triste de sus moradores, la virtud, para ellos desconocida de la esperanza»(J. Eyzaguirre: Hispanoamérica del dolor, Colección Hispano-Americana de estudios Políticos, Imp. S. Aguirre, Madrid, 1947).
El filósofo alemán Oswald Spengler (1880-1936), en cambio, protestando por la destrucción de la cultura azteca, manifiesta esta grave denuncia en su trabajo La decadencia de Occidente (1918-1922, ed. revisada 1923): «No falleció por decaimiento, no fue ni estorbada ni reprimida en su desarrollo. Murió asesinada, en la plenitud de su evolución, destruida como una flor que un transeúnte decapita con su vara..., y no por resultas de una guerra desesperada, sino por obra de un puñado de bandidos que en pocos años aniquilaron todo de tal suerte que los restos de la población muy pronto habían perdido el recuerdo del pasado».

El espíritu de Cruzada de los descubridores y conquistadores
Es muy recomendable la lectura de la obra erudita del historiador alemán George Friederici, El carácter del descubrimiento y la conquista de América. Es tal vez uno de los pocos especialistas que presenta análisis tan profundos y al mismo tiempo tan detallados y escrupulosamente documentados de la conquista de América por los españoles, portugueses, ingleses, holandes y franceses.
Por ejemplo, al referirse al carácter de la conquista y colonización por parte de los españoles afirma con elocuencia irrefutable: «Las guerras contra los moros... fueron la escuela de todas las virtudes que los españoles habrían de acreditar en América: la valentía, la tenacidad, la frugalidad, el amor por la patria, la confianza en Dios y la religiosidad. Pero aquí hay que buscar también las raíces de todos sus vicios y de los graves defectos de carácter que ensombrecieron las grandes hazañas del descubrimiento y la conquista del Nuevo Mundo: la soberbia y la insolencia, el desprecio que sentían por todas las demás razas, la felonía y la falta de caballerosidad en el trato con ellas; el ansia de botín, la rapacidad, las tropelías cometidas con las mujeres y todos los desmanes propios de una manera bárbara de guerrear; la intransigencia, el fanatismo y el espíritu de Cruzada a que ya varias veces nos hemos referido, aquella curiosa amalgama de la religión y de los peores apetitos humanos, del espíritu de caballería y del espíritu apostólico... Las guerras de la Reconquista habían sido las Cruzadas de los españoles que, a los ojos del Papa y de toda la Cristiandad se hallaban desde todos los puntos de vista en el mismo plano que las guerras contra el Islam por rescatar el Santo Sepulcro... Este mismo carácter habrían de tener en lo sucesivo todas las guerras de España contra los musulmanes o los paganos, y aunque no fueran, en realidad, otra cosa que guerras rapaces de conquista y esclavización, quienes las contemplaban desde lejos seguían aferrados a la devota creencia de que se trataba de guerras libradas por la fe de Cristo, y todo el mundo mantenía en pie la ficción de la Cruzada.... Esta ficción del carácter de Cruzada de sus guerras contra los musulmanes y los paganos, directamente reivindicada para América por los términos de la bula de Alejandro VI, que llevaba aparejada, al mismo tiempo, la bienaventurada creencia de llevar a los infieles las bendiciones de la civilización occidental, fue alentada por el Gobierno y sus representantes en América, aunque a veces de un modo tímido, era para muchos artículos de fe, para otros muchos una repugnante hipocresía y para algunos, por último un sentimiento confuso y mezclado, por el que, si era auténtico, resulta extraordinariamente difícil para el historiador de hoy abrirse paso para llegar a un juicio claro y certero... Dice Ranke que la batalla de Lepanto y las luchas contra los araucanos formaban, vistas a través de los sentimientos de los españoles de aquel tiempo, una unidad armónica, como luchas libradas contra los infieles... Don García, uno de los grandes soldados españoles de América, educado como un monje-caballero, orgulloso, impulsivo, implacable y devoto hasta el fanatismo, un carácter parecido al del duque de Alba, frío, calculador y cruel, hipócrita y mentiroso cuando le convenía, pero intachable en su pureza y honestidad personales, salió de Chile pobre y en torno a su persona se han entrejido tantas leyendas personales como en torno a Cortés. Este caudillo, que tenía en su plana mayor a seis eclesiásticos consejeros; que jamás se presentaba en público sin un séquito de curas y frailes; que, como gobernador y general en jefe, se tendía sobre el suelo en señal de humildad, para que pasaran sobre su cuerpo los sacerdotes con la Sagrada Hostia, que ordenaba cortar las manos y colgar de los árboles a los enemigos prisioneros y en cuyo ejército fue empalado vivo, al caer prisionero, Caupolicán, el jefe de las fuerzas indígenas, estaba sin duda alguna ciegamente convencido, al igual que los que le rodeaban, de que la guerra que libraban era una Cruzada. Los conquistadores de Chile, en cambio, pensaban muy de otro modo. En las cartas de Pedro de Valdivia al emperador no encontraremos una sola palabra que hable del designio de conversión religiosa o de la idea de Cruzada. Lo que le movía, según sus propias palabras, era el buscar repartimientos para él y para sus soldados, el guerrear y conquistar contra los araucanos, pura y simplemente para sojuzgarlos, para convertirlos en mano de obra esclava y enriquecerse con su sudor. Tales eran los sentimientos que animaban a aquellos hombres, y si, además de éstos abrigaban otros, no eran sino los de odio y la venganza por los reveses sufridos... Estas y no otras eran las verdaderas miras de la Conquista, los puntos medulares en las proclamas y las alocuciones de los caudillos. La palabra "agricultura" apenas se pronunciaba: los términos usuales eran "minas", "conquistar", "pacificar" y "poblar"... "¡Oro! ¡Oro!", gritaron Grijalba y sus hombres, al pisar por primera vez el suelo de la Nueva España... Como esclavos de la "afanosa codicia del oro", dieron los españoles en América pruebas de su maravillosa tenacidad, de su celo incansable, que les llevó a realizar hazañas casi increíbles. "No se contentan con poco", escribía al Rey el obispo Marroquín. Eran bandoleros, pero bandoleros tenaces y valientes... La idea de hacer algo que no fuese buscar oro, ni se les pasaba por las mentes a muchos soldados, y este andar a todas horas corriendo y ajetreados detrás de los metales precisos, las ricas piedras y las perlas no les dejaba, naturalmente, tiempo ni para vagar o dedicarse a ninguna actividad económicamente fructífera. Cuando Cortés puso el pie en la isla Española, al desembarcar en suelo americano, se le ofreció, de parte del gobernador Ovando, tierra para instalar una hacienda, contestó al secretario Medina: "Yo no vine aquí para cultivar la tierra como un labriego, sino para buscar oro". Propósito que más tarde había de llevar a cabo, por cierto, con una energía y una falta de escrúpulos en cuanto al modo de emplearlos, con una energía y una meticulosidad, con una abundancia y variedad de recursos y una falta de escrúpulos en cuanto al modo de emplearlos, con una destreza en el acopio del botín y una falta de tacto en su reparto, que no tienen punto de comparación. La joven América española, que acusaba entonces todas las características de la fiebre y la búsqueda del oro que trescientos cincuenta años más tarde mostraría al mundo asombrado la California angloamericana, se asemejaba también a ésta por cuanto que los españoles que se dedicaban a cultivar y criar medios de sustento para la explotación de las minas y el tráfico del oro, el cazabí, el ñame, la batata y los cerdos, llegaron a adquirir una situación acomodada y, a veces, incluso a hacerse ricos, mientras muchos mineros no salían de la pobreza y, no pocas veces, daban con sus huesos en la cárcel. Y es que aquel oro, extraído con el sudor, la savia vital y la sangre de los indios, se esfumaba, al final de la carrera, en pagar los carísimos víveres, con los que otros lucraban. Tal fue el final de la mayoría de los buscadores de oro; de esta "enfermedad del corazón", de la cual quería curarse Cortés con el remedio infalible de exigir a los indios la entrega de su oro, perecieron casi todos. Oviedo no se cansa en hacer constar una y otra vez que la codicia del oro fue la causa de todas las desgracias de los españoles. Pocos eran los que regresaban a la patria, de cada cien tal vez uno o cinco, cuanto más diez, y los que volvían tenían un color amarillo como el del oro que habían estado buscando, pero sin brillo. Hasta qué punto la obsesión del oro se convertía para muchos en una fatalidad, en el verdadero sentido de la palabra, lo revela bien claramente el ejemplo trágico de la "Noche Triste", en que Cortés, derrotado, huyó de la ciudad de México. Muchos de sus hombres, agobiados bajo el peso del oro y de las joyas de que no se decidían a desprenderse, cayeron bajo los golpes de los aztecas ñanzados en su persecución. "por manera que los mató el oro y murieron ricos". Quienes, prefirieron salvar la vida a salvar el oro, pudieron correr por haberse desembarazado de la preciosa carga, escucharon en su huida, en medio de las sombras de la espantosa noche, el sordo redoblar del gran tambor de los muertos, que retumbaba desde lo alto del Cu en que fueron sacrificados al dios de la guerra cuarenta camaradas de armas suyos, quienes, por buscar y arrastrar consigo el oro y las piedras preciosas, habían perdido el contacto con la columna en retirada, cayendo en manos del enemigo. Y como los españoles de aquel tiempo, sobre todo los soldados, eran los mismos en todas partes, nada tiene de extraño que catástrofes muy parecidas a ésta se hubieran producido también, y por motivos exactamente iguales, en la guerra contra los moriscos. El obispo Las Casas, a quien la indignación hacía ser, a veces un hombre pasional... podía estar mal informado y exponer las cosas sin espíritu crítico, pero cuyos juicios son siempre vigorosos, muy efectivos y atentos al meollo de los asuntos, distingue cuatro períodos en la vida de un conquistador de América lanzado a la busca del oro y la ganancia: "1) Matar y saquear, entrar a sangre y fuego, avasallar a los indios y violar mujeres. e slo que llaman conquistar y pacificar. 2) La vida de encomendero. 3) Los pocos que realmente llegan a adquirir oro por estos medios, se vuelven con él a España. El resto, si es que no muere, permanece en la pobreza y sin medios. 4) El infierno, para casi todos ellos»"» (G. Friederic: El carácter del descubrimiento y la conquista de América. Introducción a la historia de la colonización de América por los pueblos del Viejo Mundo, Vol. 1, Fondo de Cultura Económica, México, 1987, págs. 331-339).


CULTURAS DE AMERICA DEL SUR


    Los grupos étnicos de América del Sur o amerindios fueron las primeras personas que habitaron el sur del continente americano hace miles de años. Todavía hoy sigue habiendo comunidades o tribus indígenas a lo largo y ancho del sub continente, cada cual con una lengua, unas costumbres y unas creencias propias.

    Está generalmente reconocido que la América del Sur ha estado habitada desde hace veinte mil años por pueblos nómades que vivían de la caza y de la pesca y que comenzaron a desarrollar una agricultura incipiente alrededor del año 4.000 antes de Cristo, cultivando sobre campos quemados para despejar malezas, técnica todavía usada por algunas aisladas tribus de indios de la Amazonas. Las primeras colonias agrícolas permanentes aparecieron alrededor del año 3.500 antes de Cristo en ciertos lugares como ser los valles Andinos cerca de las costas donde la técnica casi nómade de las quemazones de pastos y de malezas no era aplicable y donde era preciso dominar los cambios estacionales y construir terrazas para disponer de tierras cultivables.
Estas nuevas técnicas de agricultura intensiva implicaban un acuerdo sobre la conveniencia y la necesidad que los trabajos fueran realizados comunitariamente siendo entonces un requisito ineludible que la estructura de esos grupos sociales se fundara en un conjunto de valores y de creencias comunes que posibilitaran el resultado aspirado mediante el esfuerzo mancomunado. Cada comunidad entonces inventó dioses cuyo papel era generalmente el de organizar el calendario fértil de la tierra en función del cultivo de la tierra conforme se suceden las distintas estaciones del año. Se sabe poco de estas religiones primitivas que se desarrollaron independientes durante mil años en muchos sitios sobre la costa (Valdivia, Huaca Prieta, Salinas de Chao, Aspero, Piedra Parada, El Paraíso), y en las montañas (Kotosh, Shillacoto, Wairai-jirca, Huaricoto, La Galgada, Piruru).
La historia Andina es compleja pues muchas sociedades se han desarrollado en las partes norte y sur de la costa y de las montañas. El cuadro siguiente busca localizar las más importantes en el tiempo y en el espacio.

El horizonte Chavín (1400 - 400 AC)

     Alrededor del año 1.400 antes de Cristo, uno de los centro Andinos situado a 3.200 metros de altura sobre una cadena de montañas (actualmente llamado Chavín de Huántar), controlaba las rutas comerciales a través de dos desfiladeros en la cordillera Blanca, hacia el oeste hasta el mismo Pacífico, y hacia el este hasta la zona del Amazonas, bajando el curso del río Mosna. Este emplazamiento estratégico contribuyó a su prosperidad, permitiéndole desarrollar comunicaciones con sitios alejados en tanto desarrolló un estilo cultural peculiar que ha permitido registrar la extensión de su influencia.
Hacia el año 900 antes de Cristo, el culto del Jaguar de Chavín y su influencia cultural había sido aceptada en la mayor parte de la zona que actualmente ocupa el Perú como lo atestigua la presencia de templos en "U" de Chavín y el estilo de multitud de esculturas, vasijas, y textiles pertenecientes a esa cultura.
El templo de Chavín estaba hecho con pisos o plataformas de piedra que estaban llenas de grabados, con muros hechos con bloques de piedra y acribillados a diferentes niveles por galerías paralelas a los muros, bien ventiladas y con desagües consistentes en pozos efectuados en las mismas piedras. La parte más antigua del templo es una estructura en forma de U, que domina una depresión que servía de lugar ceremonial, y que está orientado hacia el este. La parte central contiene una galería cruciforme, en la encrucijada de la cual se encuentra una flecha distinguible realizada en granito blanco, de una altura de quince pies, esculpida con bajos relieves que representan un personaje humano de pie con una cara felina y un par de grandes colmillos en la mandíbula superior.
Esta figura, que ha sido llamada El Lanzón, La Gran Imagen, y El Dios Sonriente, parece haber sido el principal objeto del culto. El ala sur del templo ha sido extendido para componer un nuevo templo en el cual las primeras galerías son prolongadas, y en donde se ha hallado una piedra (Raimondi), que muestra el dios de los báculos, un personaje semi humano, con garras en los patas delanteras, una cara felina con colmillos cruzados, y un bastón de mando en cada mano ( el bastón de mando era un símbolo de autoridad). En el exterior del nuevo templo se encuentra un patio cuadrado en el cual se halla un obelisco (Tello), esculpido con bajos relieves representando un cocodrilo cubierto de grabados simbólicos, como ser una fila de dientes y de cabezas de animales. Este cocodrilo o caimán se considera que puede haber sido el objeto del culto al dios sonriente o del báculo
Las vasijas de la cultura Chavín son mejor conocidas gracias a que se han hallado diferentes tipos decorados en las galerías del templo de Chavín y en tumbas, en la costa norte donde han sido denominadas Cupisnique. Las influencias de la cultura Chavín se evidencian en el estilo de los cacharros y de los textiles de Paracas hallados en el valle de Ica sobre la costa sur del Perú. (La cultura de Paracas ha empezado alrededor del año 900 antes de Cristo y ha durado hasta cerca del año 200 antes de Cristo). Las más bellas esculturas de piedra de la región central de los Andes se encuentran en Chavín de Huántar o sobre los sitios relacionados con Chavín tales como el Cerro Blanco en el valle de Nepeñas o el cerro Sechin en el valle de Casma. Los Chavínes han desarrollado también el trabajo de los metales y se han destacado en la fabricación de ornamentos de oro martillado, placas decorativas cinceladas que eran fijadas en las vestimentas y altas coronas cilíndricas con relieves mitológicos que llevaba la nobleza.
La influencia religiosa y cultural de Chavín unificó el Perú preincaico por medios pacíficos pero propendió el establecimiento de clases privilegiadas y de desigualdades de riquezas que no podían continuar siendo mantenidas solamente por medio de una ideología. En ausencia de una competencia militar central, la hegemonía cultural de Chavín se desintegró en innumerables grupos locales. Fueron construidas fortalezas en las cimas de las colinas un poco por todos lados, y cada pequeño grupo luchó por mantener y aumentar su legado de la herencia de Chavín. Finalmente, se desarrollaron grupos regionales, cada uno con caracteres distintivos propios.

Moche (100 - 700)

     La civilización Mochica se formó, se desarrolló y prosperó sobre las costas de una docena de ríos que bajan de los Andes a través de la árida costa del norte para desembocar en el océano Pacífico (entre los valles Lambayeque y Nepeña). Su dependencia de un sistema muy desarrollado de irrigación de aguas en las escasas zonas agrícolas disponibles en los valles, condujo al establecimiento de un estado jerárquico agresivo, como lo testimonian imágenes de guerreros, de sacerdotes y de señores sobre tronos, visibles en las vasijas Mochica.
Ellos no tenían escritura, pero su alfarería, que muestra una influencia perdurable de Chavín, ha alcanzado un alto nivel de desarrollo en la representación de su sociedad. Las ceremonias Mochica, están entre las más bellas realizaciones de la escultura realista y del dibujo narrativo precolombino, También ellos produjeron exquisitas vasijas eróticas que han sido interpretadas como teniendo un significado ritual más que pornográfico.
La metalurgia Mochica era decorativa y tecnológicamente más avanzada que la de las civilizaciones anteriores. Los adornos de oro, de plata, de cobre, y las aleaciones frecuentemente cuentan con incrustaciones de turquesas y de lapislázuli. Las formas geométricas y los motivos mitológicos, especialmente la divinidad Felina fueron utilizados.
Los Mochicas usaban bloques de barro secado al sol para construir estructuras fortificadas emplazadas sobre los flancos de los valles, y grandes palacios en la cima de terrazas, túmulos para entierros y enormes pirámides como la Huaca del Sol en el valle moche (el Huaca de la Luna no es un túmulo de entierro sino un palacio elevado sobre el nivel del terreno).
La extraordinaria riqueza, el poder y el avance tecnológico de la civilización Mochica no han sido revelados sino recientemente, ello a raíz de los descubrimientos efectuados a Loma Negra en 1960, a Sipán en 1987 y a la Mina en 1990. Sin duda que queda aún mucho más por descubrir todavía...

Nazca (200 - 800 AD)

     Los Paracas de la costa sur del Perú, que coexistieron bajo la influencia de Chavín desde cerca del año 900 antes de Cristo, evolucionaron para crear la civilización nazca alrededor del año 200 después de Cristo. Los Nascas eran pues contemporáneos de los Mochicas pero han producido poca arquitectura. Sin embargo, ellos se destacaron en la fabricación textil y en la producción de ollas y de cacharros con un estilo con mucho color que contrasta vivamente con el realismo y los colores apagados de las cerámicas Mochicas.
Los nazca son muy conocidos por las líneas que llevan ese nombre y que son uno de los legados más enigmáticas de todos los vestigios precolombinos. Estan constituidas por dibujos realizados con alineamientos de piedras sobre el mismo suelo y que forman figuras geométricas, de animales, de pájaros, y de peces que no pueden ser visualizados sino desde la altura. Ciertamente estaban destinadas a un uso ceremonial, las imagines esta hechas por la colocación de piedras oscuras sobre la superficie más clara de la tierra para que contraste. Algunas se parecen a las pinturas efectuadas en las cerámicas de nazca pero otras constituyen líneas derechas de un largo de muchos kilómetros cuya finalidad no es evidente.
Muchas teorías, algunas bastante fantasiosas, han sido propuestas para explicar el sentido y la forma en que pudieron haber sido dibujadas sobre la tierra sin la ayuda de la visión aérea, pero ninguna generalmente aceptada. Ninguno sabe...

Tiahuanaco (200 - 600AD)

     Tiahuanaco se encuentra sobre la orilla sur del lago Titicaca en la actual Bolivia. Ella estaba habitada desde el año 1.000 antes de Cristo pero es solamente alrededor de 200 que este complejo urbano ha devenido el centro de una civilización mayor caracterizada por edificios de piedra maciza, tejidos textiles bellos, vasijas y el trabajo de los metales.
Los edificios de ceremonias comprenden una gran plataforma con terrazas erosionadas llamada Apacana con cimientos y con edificios en la parte elevada, un templo con forma de patio adornado con cabezas hechas con piedras del estilo Chavín y una gran plataforma rectangular llamada Calasasaya, rodeada de dos muros en piedra sin mortero. Los edificios y la escultura fueron concebidos para producir un efecto monumental y una monolítica apariencia. Las estatuas monolíticas en forma de pilares, tienen unos 24 pies de altura, y están diseminadas un poco por todos lados en la región de Tiahuanaco, y están decoradas con bajos relieves cuyas imágenes religiosas están religiosamente estilizadas, poniendo de relieve la austeridad, la autoridad, y la eternidad.
En el interior del recinto se halla la Puerta del Sol, confeccionada con una piedra única que presenta relieves delicados. Ella no tiene más de 12 pies de alto pero parece más grande por su concepción. La impresionante figura centra sobre el dintel representa el "Dios de la Puerta" que caracteriza la religión de Tiahuanaco, que ha sido más adelante adoptada por el Imperio Huari.
La cultura de Tiahuanaco fue la primera antes de los Incas en realizar un uso también extensivo de la piedra para la arquitectura, la escultura, y los objetos ceremoniales. La civilización de Tiahuanaco se diseminó alrededor de 1.100 en una multitud de pequeños estados Aymarás que resistieron la invasión Inca de lengua quichua pero que finalmente debieron someterse en el siglo 15.

La Hegemonía Huari - Tiahuanaco (600 - 800 AD)

     La Hegemonía Huari - Tiahuanaco (600 - 800). La sociedad guerrera centrada alrededor de Huari (cerca de la zona actualmente Ayacucho), adoptó la religión y la iconografía de Tiahuanaco alrededor de 600, pero ella quedó socioeconómicamente separada de los Aymarás de Tiahuanaco, que fueron de una distinta etnia. La expansión Huari puso fin al regionalismo en el Perú por medios militares y difundió la religión y la cultura de Tiahuanaco por la fuerza.
Claro que menos refinadas que las cerámicas de Tiahuanaco, las ollas y vasijas de Huari, presentan una construcción sólida, un dibujo audaz, y el abundante uso de colores vivos. La difusión de los estilos de las vasijas Huari, algunas de las cuales presentan el "Dios de la Puerta" de Tiahuanaco y otra figuras religiosas, ha llevado sobre toda la costa a la repetición de estos viejos estilos en los cacharros, de nazca a moche Las culturas Huari de la costa sin embargo han producido tejidos de alta calidad con modelos basados en motivos pintados en las vasijas de Tiahuanaco.
El imperio Huari alcanzó su mayor esplendor alrededor de 800, extendiéndose desde el valle Ocoña en el sur hasta Cajamarca en el norte. El centro entonces se desplomó y Huari fue abandonada. Los Aymarás de Tiahuanaco habían establecido su autoridad hacia el sur hasta el norte de Chile y de la Argentina de hoy en día cuando el imperio Huari se disgregó.

Chimú (1300 - 1460 AD)

     Después del fin de la hegemonía Huari, los pueblos de los valles de la costa del norte quedaron desorganizados hasta la aparición de la cultura Chimú bajo Chan Chan en el valle moche a 10 kms. solamente de Huaca del Sol construido por los Mochicas, mas de cinco siglos antes.
La necesidad de una autoridad central incontestada para planificar, construir y dirigir un sistema eficaz de irrigación condujo a los Chimus, como antes de ellos a los Mochicas a organizarse, alrededor de 1300, en un poderoso y agresivo estado militar que se extendió hasta Piura al norte y cerca de Lima al sur.
Su capital de Chan Chan fue construida con recintos grandes hechos con muros de adobe que se parecían a aquellos más antiguos establecidos por los Huaris. Esta fue la mas gran ciudad de los Andes. Ella comprendía diez grandes cuadriláteros, cada uno contenía pequeñas pirámides, residencias, mercados, tailleres, depósitos, comercios, jardines, y cementerios. Los edificios estaban decorados con mosaicos con motivos geométricos en ladrillos de adobe y con bajos relieves estilizados con animales, pájaros, y figuras mitológicas. Su alfarería, que era generalmente producida en serie y de colour negro, jamás alcanzó el valor artístico y la sofisticación de aquella de los Mochicas que cinco siglos antes habían ocupado las mismas tierras.
Los valles bajo su autoridad estuvieron unidos por rutas y su territorio estuvo defendido por fortalezas (como Paramonga al sur, que ha sido considerada como una obra maestra de genio militar). Los sistemas de ingeniería en cuánto a la irrigación de la que dependían para satisfacer las necesidades de sus grandes poblaciones concentradas eran no obstante vulnerables, esta fue una de las razones por las cuales los Incas los pudieron conquistar en 1460.
Se cree que los Incas aprendieron mucho de los Chimú después de haberlos conquistado, pues ellos establecieron una colonia de trabajadores Chimú en el Cuzco y Tupac Inca Yupanqui, que puso a punto la organización política del imperio, lo fundamentó en gran medida en el sistema Chimú.

Pachacamac (600 - 1000)

     Las ocupaciones y las construcciones mayores más antiguas de Pachamac datan de una cultura conocida bajo el nombre de Antigua Lima (200 antes de Cristo - 600 después de Cristo) que construyó la pirámide de terrazas y el templo en adobe. Ella fue célebre por ser el asiento de un oráculo poderosos y ella fue famosa como el Templo de Pachamac que permaneció siendo un gran centro y lugar de peregrinaje bajo el imperio Huari, y ella probablemente fue la principal población de la costa. Los Incas más tarde construyeron el Templo del Sol en el sitio, y el Oráculo de Pachamac, al cual los primeros exploradores españoles han hecho alusión, y han colocado una capilla en el mismo templo.

El Imperio Inca (1450 - 1532)

     Los Incas, que se daban a sí mismos el nombre de Tawantinsuyus, vinieron en el siglo 12 del poblado de Paqari-tampu, cerca de alrededor de 24 kms al sur del Cuzco, el fundador de la dinastía Inca, Manco Capac, condujo la tribu para establecerse en Cuzco que fue su capital. Había pocas diferencias entre los Tawantinsuyus y las numerosas tribus que vivían en los pequeños dominios en los Andes, hasta el momento en que ellos comenzaron a extender su dominio en el siglo 14 bajo el cuarto Inca, Maya Capac.
Bajo el siguiente emperador, Capac Yupanqui, los Incas extendieron su poder mas allá del valle del Cuzco, y bajo el Inca Viracocha, el octavo, ellos comenzaron un programa de conquista permanente estableciendo guarniciones en las aldeas de los pueblos que ellos ya habían conquistado. Bajo Pachacuti Inca Yupangqui (1438-71) los Incas conquistaron el sur del territorio hasta el lago Titicaca y el norte hasta donde actualmente está la ciudad de Quito, dominando a los Aimrarás, Chancas, Quichuas, y el reino de Chimú. Bajo Tupac Inca Yupanqui (1471-93) el imperio alcanzó su más grandes territorio al sur hasta Chile Central. La muerte de este Inca fue seguida por luchas por su sucesión, de las que Huayna Capac (1493-1525) salió vencedor. Huayna Capac llevó la frontera norte del imperio hasta el río Ancasmayo antes de morir en una epidemia. Su muerte llevó a otra lucha de sucesión, que no había finalizado cuando en 1532 los españoles llegaron a Perú; en 1535 se perdió el imperio.
La sociedad Inca era muy estratificada. El emperador, estaba acompañado por una corte poderosa, gobernaba con la ayuda de una aristocracia burocrática que ejercía su poder con rudeza y con una autoridad represiva. La tecnología y la arquitectura Inca se habían desarrollado pero no eran muy originales. Sus sistemas de irrigación de aguas, sus palacios, sus templos, y sus fortificaciones aún son visibles en los Andes. La economía estaba basada sobre la agricultura, los principales productos eran el maíz, las papas blancas y azucaradas, las mandiocas, los tomates, el ají, la coca, y el algodón. Ellos criaban cochinillos, patos, llamas, alpacas, y perros. Los tejidos estaban hechos con lana de llama y con algodón. Las casas eran de piedra o en adobe. Casi todo hombre era un granjero, produciendo su propio alimento y su ropa.
Los Incas construyeron una vasta red de caminos por todo el territorio del imperio. Se componía en especial de dos rutas norte sur, una bordeando la costa sobre cerca de 3600 kms, la otra en el interior del territorio seguía a lo largo de los Andes sobre una distancia considerable, y había muchas interconexiones entre ambas rutas. Además había pequeños túneles y puentes suspendidos. El uso de este sistema de comunicaciones esta estrictamente reservado para los negocios oficiales y militares; un servicio de correos muy bien organizado y que circulaba a una velocidad estimada en 250 kms por día transmitía los mensajes que consistían en cuerdas anudadas.
Ellos impusieron su dominación desplazando poblaciones enteras de sus tierras nativas hacia otras tierras para mejor dividirlos y controlarlos. Esta práctica tuvo un importante efecto secundario, extender el uso de la lengua quichua sobre todo el territorio del enorme imperio Inca.
Los gustos de los Incas eran simples y funcionales. Los edificios Incas fueron construidos con piedras cuidadosamente talladas y ajustadas con precisión que no eran decoradas. Las puertas y las ventanas trapezoides eran características. Los Incas no produjeron estatuas grandes ni esculturas arquitecturales. Las ciudades de montaña Inca tales como Machu Picchu eran cuidadosamente delineadas para armonizar con el paisaje circundante.



     BIBLIOGRAFÍA:

http://www.islamchile.com/islam/aztecas.htm

No hay comentarios.:

Publicar un comentario